jueves, 8 de enero de 2009

NOCTÍVAGO

Sepulté la daga
en las entrañas del enemigo.
Huí miedoso tras la huella
que dejó su perfidia

Me oculté en salones oscuros
en dónde con pocas monedas
coronas damas que brindan placeres fingidos

Injiero algún licor,
dulce o seco...
igual dá. Todo me sabe a heno.

Pateo una lata en el camino,
igual lastimar un perro.
Sigo creyendo menos cruel patear la lata.
Pateo y pateo
la lata del destino.

Barajo las hojas secas
que mi mano empuña.
A solas logro al fin
el cilindro que consumo,
dejando sobre mí,
espirales de fantasmas
que dice ser la conciencia

Entono mal sonante
un tema caribeño,
irreverente permito a mi vejiga
llorar su dolor en cualquier lugar de la plaza

Nuevamente sorbo la botella
con lo mucho o poco que le queda,
inhalo el blanco
que me invita a pensar en su piel.

Cojo resignado la libreta ya gastada
que reposa en la bolsa
que en mi espalda junto a mi transita.

Y una vez más rescribo
en la quietud de la noche,
el poema nocturno
que no leerán jamás.